EDITORIAL

¨¿Para qué sirve un poeta? Según el lugar desde donde se formule la pregunta, para nada. Como dijo Oscar Wilde, todo arte es inútil. Todo poeta es inútil y para algunos familiares de poetas todo poeta es un inútil. Pero, o porque, si se formula la pregunta desde otro lugar, el poeta trastrueca la familia y los familiares, vuelve útil lo inútil y cuando el viento sopla por los ojos da vuelta la red, la seda de los párpados”. Esto lo escribió Isidoro Blaisten, un ser excepcional que tenía la virtud de dar vuelta lo trágico con una profunda e inteligente sonrisa. Quizá empeñarse en publicar una revista literaria tenga siempre algo de dar vuelta la seda de los párpados. Es curioso cómo de la necesidad surge una idea; el tiempo le da forma al proyecto y lo que sigue después son los días que van acumulando desesperadamente ese intento por alcanzar el ideal primero, su motivación. Nuestro propósito es muy simple y sigue la línea de aquello que dijera Salinger alguna vez: hay escritores a los que uno quisiera llamar por teléfono después de leerlos. Cada número de Los inútiles  estará dedicado a un escritor para intentar acercarnos todo lo posible a su experiencia literaria; pero no se restringe únicamente al  homenajeado, sino que busca ampliar lo que, a nuestro entender, convive orgánicamente con la literatura. Vidas y obra, entonces, busca poner de manifiesto cómo han confluido distintas generaciones alrededor de un mismo hombre, una sola mirada sobre el mundo que ha resultado ser decisiva para tantos lectores y escritores. Parafraseando al autor elegido, hay libros que resultan obligatorios, decisivos y reveladores. Abelardo Castillo reúne, innegablemente, estas tres condiciones. Ha hecho de la literatura un magisterio como un puente tendido entre la ética de la forma y la coherencia del artista, vale decir el hombre comprometido con su tiempo. Ya lo dijo Sartre: “La felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace, entonces no perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro”. La literatura no es una competencia, la originalidad en su sentido etimológico de ser fiel al origen nos obliga a una sola verdad: no se trata de buscar a los mejores sino a los únicos.